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jueves, 21 de noviembre de 2013

Marina mía II

Segundo intento para una declaración de amor con cuatro letras.

Verano de 1992


Si su padre estuviera aquí, observándola en silencio, en algún momento lo rompería al decirle "Marinita cuatro ojos capitán de los piojos" y sé que se mirarían y se sonreirían mientras yo, al margen de su complicidad, descubriría en cada uno el reflejo del otro. Da igual que mirara a mi derecha o a mi izquierda, lo que encontraría son unas cejas perfectamente dibujadas enmarcando unos ojos grandes, despiertos, que, junto a unos labios que parecen coloreados, me contarían, cada día, sin necesidad de una palabra, sus alegrías o sus tristezas. Una nariz pequeña, que ella acariciaría con sus dedos índice y corazón en un gesto de impaciencia, de concentración, mientras leyera, nos hablara, nos mirara, soñara. Y aunque diera un salto por el resto de su cuerpo, me detendría en sus manos pequeñas, muy pequeñas, y exactas. En las de él podría ver las huellas que, tal vez, dejaría el paso del tiempo en las de ella y me entretendría acariciando la una, la otra, la de los dos a la vez.  Y continuaría, callada, estudiando su parecido; escuchando cómo sus voces hablaban en la misma clave, acompasadas. Hasta que al final  los vería abrazarse para conformar un par sin fisuras, tan solo con un mínimo espacio para mí. Y no me importaría que mi sitio fuera pequeño. Por que, en ese instante, serían míos, aunque no lo supieran, serían míos; hasta que se levantaran, se despidieran y fueran de otros.

Para ella, para que deje de lloriquear.

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El primer intento lo podéis encontrar aquí

8 comentarios:

LA ZARZAMORA dijo...

A menudo se nos escapan, se nos van de las manos.
Recordamos las huellas que les dejamos impresas él por su parte, y nosotras las más de las veces en la retaguardia.
Son carne de nuestra carne, y los hemos visto crecer, y cómo se subían a la parra de nuestras declaraciones de guerra.
Fuimos iguales a nuestra manera, y todo este compendio de recuerdos, tal vez nos hace entender mejor nuestra vieja realidad y la pelea cotidiana que es la suya...
Y saber que vuelan, que todos tuvimos alas, y que la vida sigue. Y que siempre regresan al nido...

Un besote, Ana.

Anónimo dijo...

¡Qué grande, qué bello ser madre, sentirlo...!
Un abrazo emocionado.
Rosy

Laura dijo...

Hola Ana, te aviso de que el vídeo ha sido motivo de "cierre" por el tema de los derechos de copyright. ¿Cuál es la película? ni siquiera puedo ver el título.

Respecto a tu texto, es tan emotivo que me ha hecho llorar a mí, aunque quisieras que fuera ella la que dejara de hacerlo. Lo he leído muy despacito y he escuchado el susurro de las miradas que observan. También he escuchado tus manos al teclear este precioso relato. ¿Quienes son los de la foto? ... bueno, si quieres y es privado, no me contestes por aquí, que yo de esto de la privacidad entiendo un rato.

Un besazo amiga, y me ha encantado, de verdad.

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Mucha ternura en tus letras, Ana. Un texto escrito, sin dudas, con el corazón en la mano.
Me gustó mucho.
¡Saludos!

CDG dijo...

Tuyo. Muy tuyo. De intento nada: logro.
Bravo.
Un beso.

Amando García Nuño dijo...

Un mínimo espacio entre fisuras, bonito lugar para instalarse, cuando se intenta declarar el amor con las letras que sea.
Abrazos, siempre

TORO SALVAJE dijo...

Ay que penita tan grandeeeeeeeeee....

El tiempo y la vida se llevan a todos.

Besos.

alp dijo...

Esos instantes de la vida.... Un besazo desde Murcia...