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sábado, 24 de noviembre de 2012

Encadenados

Jose Luis Sandín propuso, en el taller que compartimos, que escribieramos un texto con las palabras abracadabra, pingüino y nariz. Como ese día falté a clase, aprovecho la segunda oportunidad que me ha dado Nicolás Jarque,  en el grupo Encadenados , para escribir mi relato. Os animo a que os paseéis por facebook y dejéis vuestro micro.

Aquí está el mío:


¿Las apariencias engañan?

Tenía unos ojos maravillosos que cuando la miraban la desnudaban; una nariz larga y prominente que, si los pronósticos eran ciertos, auguraba un miembro inferior, digno de ver y disfrutar; unos brazos con los que la estrujaba hasta dejarla sin respiración; un culo y unas piernas prietos, ocultos bajo unos vaqueros que ella, una noche tras otra, soñaba en soledad, con quitárselos. Y por fin había llegado el día. Se besaron, se chuparon, se olieron, mientras se quitaban la ropa enloquecidos y la temperatura de sus cuerpos iba en aumento, hasta que, en el momento en el que ella creía que iba a desmayarse de tanta excitación, él gritó ¡abracadabra! a la vez que se quitaba los calzoncillos. ¡Qué chasco! Su nariz no tenía nada que ver con aquel pene de pingüino*, entonces recordó aquel artículo que hablaba sobre la sexualidad depravada que encubría el aspecto inocente de esos animales y decidió descubrir qué habilidades ocultaba el objeto de su deseo.

*Para poder utilizar esta palabra, me he permitido la licencia de adjudicarle pene a un animal, que carece de él.