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jueves, 20 de diciembre de 2012

Un cuento antes del fin del mundo



No lo sabrá...
—Cómo te pareces a tu madre: tienes sus mismos ojos, la misma mirada vivaracha que destaca en su carita de pena.
—Cómo te pareces a mamá: la gallina que extiende sus alas para protegernos a todos. Has heredado su calma, su energía, incluso, ese pequeño mal humor, con el que nos sorprende de vez en cuando.
Recuerdo estas palabras mientras observo la foto de mis padres, en la que ella, sentada de frente, sujeta la mirada del fotógrafo, y él, presta atención a alguno de nosotros cuatro o, como me gusta pensar, llevado por su timidez, intenta pasar desapercibido. Pero, pese a lo que he escuchado toda mi vida, veo en el perfil de papá mi misma nariz, recta y prominente, la redondez de mi cara, e imagino su sonrisa socarrona, su risa maliciosa, en la que tantas veces me he visto reflejada. Una imagen tierna y feliz, como ha sido la mayor parte de mi vida. Unos minutos de ensoñación que me dan algo de sosiego y me alejan de lo que ocurre a mi alrededor. Una calma que solo dura unos instantes, hasta que el ruido de las explosiones, los gritos de terror,  cada vez se oyen más cerca, anunciando que la hora del final se aproxima.  Dejo la foto en la mesilla, bebo del vaso en el que he vertido el veneno, me tumbo con cuidado, entrelazo mis manos a las de mi marido, que yace abrazado a nuestra hija, y, mientras espero a que me venza la muerte, dejo que las lágrimas resbalen por mis mejillas al pensar que, mi niña, no  tendrá la oportunidad, ni siquiera, de saber... a quién de los dos se parecía.
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Con este relato participo en el evento Un cuento antes del fin del mundo, organizado por Acuática. Hemos participado 69 relatistas, con un número tan erótico, seguro que encontráis muchas historias para pasar un buen final. Pinchad aquí y a ver qué os cuentan.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Taller de Nicolás

Los deberes consistían en escribir dos microrrelatos independientes que, a su vez, tuvieran que ver el uno con el otro, es decir, que las historias se entremezclaran.

Este es el primero que escribí:

En Texas no se libra ni Dios
ANGELRNAVA
Tras arduos interrogatorios, apoyados principalmente en el informe forense que redacté después de un exhaustivo estudio gestual de la detenida, el jurado llegó a la siguiente conclusión: ¡Culpable de homicidio! ¡Condenada a la pena de muerte! El intento, por parte del abogado defensor, de crear una duda razonable, presentando un recurso, amparado en el historial médico de la acusada, fue desestimado, por lo que la ejecución se llevó a cabo al mes siguiente. Llegado ese día, me ofrecí a acompañar a la familia de la víctima y así confirmarles que, en cuanto comenzó el ritual de preparación de la inyección letal, vi miedo y súplica en los ojos de aquella zorra tetrapléjica.
Y este es el segundo:
Me levanté con el pie izquierdo
Llevaba esperando horas a que la ATS, que tenía que venir a levantarme, hiciera acto de presencia. Desde las ocho, que era su hora de llegada, hasta las diez, hora que marcaba el reloj, habían pasado 120 minutos en los que mi desesperación e ira habían aumentado hasta colmar el límite de mi paciencia. Así que decidí estrenar la grúa, que dos días antes habían instalado sujeta a la cama y que se accionaba con mi respiración. Sople una vez y el mecanismo se puso en marcha. Di dos soplidos y el arnés, que colgaba de la polea y que me sujetaba, me levantó; tres soplidos y fue llevándome hacia el lado izquierdo, cuatro respiraciones y me dejó con delicadeza sobre la silla de ruedas que tenía junto a mí. Una acción tan agotadora que, cuando acabó todo, di un hondo suspiro sin tener en cuenta lo que significaba aquella orden. El asiento de la silla se levantó con tanta fuerza que me lanzó por los aires en dirección a la ventana, con tan mala suerte  que estaba abierta y su cristal no sirvió de freno. Diez segundos terroríficos de caída, a la espera del duro y mortal impacto con el suelo. Pero no fue así, caí en blando. De lo que ocurrió a continuación no recuerdo nada más que las sirenas de la ambulancia y de la policía y el cuerpo de mi enfermera debajo del mío.