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martes, 29 de mayo de 2012

I CONCURSO INTERNACIONAL DE RELATOS BREVES “SONRISA DE QUEVEDO” SOBRE HUMOR EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Si os dais prisa, hasta el jueves hay de plazo para participar en este concurso:  Administrar el humor
El relato con el que he participado es este:

El paraíso está entre sus páginas
Tantos meses buscando el edén en la Tierra y por fin lo encontré. Todo era igual a mis sueños: una bibliotecaria mal encarada, de la que apenas se veía una cana que se asomaba rebelde por encima del mostrador,  a modo de saludo y como representante del Carbono 14  que indicaba la edad del edificio; altísimas estanterías de madera que crujían, decían que por el calor pero yo estaba convencido de que eran  los libros cuando, a escondidas, se cambiaban de sitio; mesas grandísimas en las que se podían apilar tantos volúmenes como se quisiera; miles de libros con restos del aroma de los dedos que los habían  acariciado al paso de las páginas y, lo que más me gustaba, esas lamparitas  que marcaban  la frontera de la mesa, que tus libros no podían  traspasar sin invadir a tu vecino. Una lamparita con  luz anaranjada que se dirigía siempre, te movieras o no, directamente al objetivo de tu lectura. Era mi lámpara maravillosa.
Ese día estaba feliz, con un buen número de ejemplares abiertos,  rodeándome y esperando pacientemente su turno para ser leído, cuando la puerta principal se abrió de par en par y entró una mujer, peor encarada, que, tras intercambiar unas palabras con la bibliotecaria, se acercó hasta donde  me encontraba, sumergido en la historia de Bartleby, y dejó petrificada su mirada en mi cogote hasta que el peso de la animadversión jugó a su favor y me obligó a volver a la realidad y a dedicarle toda mi atención. Con un tono de voz,  que hizo peligrar todos los cristales, me pidió,  perdón,   me exigió, que le diera mi carnet de la  universidad  y  al  contestarle  —preferiría no hacerlo—, contoneándose como una gallina,  me dijo que no tenía derecho al uso de esa biblioteca; que recogiera mis cosas, que en cinco minutos la abandonara y que no volviera nunca más o… ya no recuerdo cuál fue su amenaza. Seguro que el cacareo fue rojo, como el color de su cara en ese momento.
Con el corazón  lleno de  lágrimas me despedí de mis amigas,  solo novelas,  porque en tres meses nadie más que yo había disfrutado ni un minuto de ese lugar,  y me fui. Únicamente  me volví una vez  para ver divertido cómo los libros saltaban de las estanterías y, escapando de las garras de las dos mujeres, salían  a la puerta para despedirme y mandarme palabras de aliento y reencuentro,  que volaron  hasta mí, gracias a un viento ligero.
Por casualidad, después de escribir este relato, he encontrado este corto de animación. ¡¡¡Disfrutadlo!!!




jueves, 17 de mayo de 2012

Me he encogido por culpa de Vila-Matas

Mientras he leído El viento ligero en Parma de Vila-Matas (recomendadísimo) he confeccionado una lista de escritores, músicos, periodistas, ciudades, pinturas, películas, directores que el escritor nombra en su libro y que me he propuesto estudiar a fondo, aunque a la mayoría ya los conozco. Y aquí estoy, desde hace un mes, tachando los nombres que aparecen en los cuatro folios que ocupa el listado. Un placer que me ha provocado, una vez más, la imposibilidad de escribir una línea; el conocer a extraordinarios escritores me ha empequeñecido. No me importa, no me voy a convertir en  Bartleby y compañía (también de Vila-Matas); recuperaré mi tamaño y, quizas, tenga la suerte de que su influencia se vea en mis cuatro letras.
De momento, conmovida aún después de haber visto Invictus, os dejo el poema de William Ernest Henley que Mandela se recitaba en los malos momentos del cautiverio y que da nombre a la película. Creo que nos puede servir de consuelo en este momento. ¿No pensáis que lo último que hay que dejar es que se adueñen de nuestras almas?


Invictus
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me econtrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

martes, 10 de abril de 2012

Deseo Anónimo

A Rocío, Rafaela y Gema

El sol entorna mis ojos y el horizonte se reduce a sus pechos. Del rosado de sus pubis, al tostado de sus pezones, mi mirada se desliza por sus cuerpos, mecida por una gama de colores. Mi lengua saborea en la distancia el salitre de sus pieles, y mi dedo zigzaguea por la sombra de sus curvas, que el sol dibuja en la arena. En cada uno de mis poros siento el deseo imaginado de las tres y mi corazón se concentra en un único e intenso latido del eje diminuto de mi cuerpo.
El cante de una voz humedecida por el rocío y un murmullo con sordina de tonalidades rafaelistas, al amparo de la gema del sol, el rubí del atardecer, me compañan al regreso de mi ensoñación y dejo que la mar refresque la temperatura de mi sueño y sonrío satisfecha por su inocente ignorancia de mi deseo...


Este es el relato original pero si queréis escuchar otra versión leída por La Voz Silenciosa pinchar aquí

jueves, 29 de marzo de 2012

Antes de irme a la manifestación y después de un mes de huelga creativa

Relato basado en una imagen para Cuentosymascuentos escrito tres meses después de la convocatoria

FAMILIA OSO

A los papás les encantaban los osos, así que durante el embarazo decoraron con este motivo la que iba a ser mi habitación; es decir, en mis sabanitas, en mi cuna, en mi ropita, en la cenefa de las paredes, las cortinas, los cuentos... en todo, todo, todo aparecían dibujos de ositos. Tal era y es su amor hacia estos animales que, desde el día en el que nací, ella me plantó un disfraz de este animal y solo me lo quita para alargar los bajos del pantalón y el largo de las mangas cuando me quedan cortos. De momento, como mi cabeza cabe en la cabeza postiza de oso, continúo con ella. La única pega es que, para leer, el hueco de los ojos es tan pequeño que le he pedido a papá que me la deje quitar de vez en cuando, pero su respuesta ha sido traerme una lupa, con el dibujo de un oso en el mango. No saben lo importantes que son los libros que llenan las estanterías; me ayudan a soñar, a imaginar la ciudad en la que vivo y que todavía no conozco y acompañan mi soledad, como únicos amigos.
Un día tras otro, el tiempo ha pasado en una repetición de actos milimétricos, hasta que hoy mi madre ha colgado en mi armario un disfraz pequeñito de oso y ha dicho que pronto me acompañará el hermano que ha nacido hace poco. Me ha dado tanta rabia que la he destrozado con las garras que he ido fabricando con algunos de los cuchillos que me han traído con las comidas. Después de esto he salido de mi cuarto, he buscado al bebé, lo he vestido con su disfraz, lo he metido en mi habitación  y me he puesto, encima de mi piel de oso, un traje de mi padre.
En este momento estoy aquí, mirando por la ventana, mientras espero a que llegue él para encerrarlo, junto a mi hermano, y hacer realidad los cuentos de mi infancia y ser yo, Papá Oso, quien, a partir de ahora, por fin, mande en casa.

lunes, 20 de febrero de 2012

Elecciones


En las votaciones ganaron los preliminares contra el coito. Yo llegué tarde a votar, culpa de los cinco minutos que estuvieron solos tu pene y mi orgasmo.

lunes, 23 de enero de 2012

Marina mía I

Primer intento de decirle, con cuatro letras, todo lo que la quiero y lo que me gusta.

                                           Fotografía de Marilele
                                                  

No me hace falta mirar al horizonte buscando la utopía, la encuentro en el arco iris de sus párpados.

Los colores enmarcan sus ojos achinados y, si observo a través de ellos, se abre ante mí un futuro combativo, plagado de viajes con destinos, a veces inciertos, que calmarán su incertidumbre tras su llegada.

Veintidos años pasados construyendo un presente que colma mis anhelos. Por eso sé que solamente ella o su ausencia podrían romperme el corazón.

No puedo darle el mundo de sus sueños, pero sí que puedo dejarla que sueñe con él y acompañarla mientras duermo.


                         ¿Quién no comparte el Delirio de Galeano?
                         ¿Quién no caminaría a su lado tras la Utopía?
                                                       Tú, sí.