La cena se enfriaba en la mesa mientras retozábamos en el suelo. Era nuestro 25 aniversario y, para celebrarlo, preparé una comida especial: crema de apio con virutas de gambas; unas bolitas de carne con azafrán, acompañadas de unas cebollitas cubiertas con un picadillo de jengibre, cardamomo y canela, y, como postre, unos pastelitos de miel y almendras. Ni lo probamos. Desde el momento que entraste en casa comenzamos una coreografía de labios, manos, piernas, lenguas que nos llevó de la pared a la mesa y de ésta a la alfombra. Debía ser el ambiente, cargado de las esencias que distribuí por toda la casa. Fue una noche memorable, tanto que, después de un año, aún recuerdo tu mirada aterrorizada mientras te daba el, segundo y fulminante, ataque al corazón.
Si no voy al teatro, me muero. Si no voy al cine, me muero. Si no leo un libro, me muero. Si no veo una exposición, me muero. Me muero sin la cultura. Me matan sin la cultura. Me callan sin la cultura. Me callan con los deportes. Me embalsaman con un pisito. Me embalsaman con el colegio privado. Me embalsaman con las relaciones sociales. Y al final, me embalsaman con lo que me gano, pero, no, con lo que me merezco. Adios cultura. Adios criterio. Bienvenido don Dinero.
1 comentario:
Cuantas sensaciones buenas con tan poca hambre y tanto apetito carnal. El final... me sorprendió mucho.
Muy bien hilado.
Un abrazo.
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